jueves, 25 de agosto de 2016

Cuando ella baila se deshace la pena.

 Yo la he visto bailar para deshacerse de la tristeza como quien deshace una trenza y se suelta el pelo, se lo ahueca con los dedos y se olvida de que antes hubo algo que lo aprisionaba. La he visto descalzarse y cerrar los ojos, como si pudiera mirarse por dentro y decirle a su pena: «Aquí estás y qué poco tiempo te queda en mi pecho». Y luego le ha sonreído como quien ve alejarse un autobús desde el andén y se sabe a ratos nostálgico hasta que llegue el abrazo de vuelta. Ella despide así a su tristeza: esperando su regreso.
 Balancea su cuerpo tan arrítmico como ajeno de los compases y de lo que pasa fuera de las paredes de su cuarto. Cualquiera apreciaría las disonancias, pero qué poco importan para lo hermosa que luce en cada vaivén y lo bien que le sienta esa suerte de exorcismo; como si llevara varias vidas practicándolo. Y es que no es sencillo sacar a bailar a las penas tan bien ni tan valientemente como lo hace ella: sabiendo que a una de las dos le saldrán llagas en los pies. Pero yo que las he visto gritar y ser pura violencia… ¡con qué sensualidad se seducen una a otra cuando danzan esa chica y sus tristezas!
 Y es que cuando ella baila, la pena se sirve tres copas: la que celebra la victoria, la que festeja la derrota y la del arrepentimiento; porque el triunfo del vencido siempre reparte cicatrices y culpas. Y qué amarga es esa borrachera. Qué extraña sensación la de la derrota triunfal, ese deseo necio de estar equivocado y, sin embargo, perseverar en la búsqueda de la verdad; ese no querer ver nada y no poder evitar encender toda luz. Quizás por eso es ella la que danza y deja que sea la pena la que beba, la que se aturda tanto como para olvidar si el mareo lo causa el alcohol o sus torpes y arrítmicas vueltas. Entonces le faltan rincones en los que acurrucarse como una niña que ha perdido su peluche y tiene que contentarse con abrazarse a sus rodillas. Pero, ¡ay cuando se levanta! En esos pasos no hay trompicones ni torpezas; todo es camino, valentía y fuerza.
 Yo la he visto bailar así y tú deberías verla porque cuando ella baila se deshace la pena.
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Suena: Entre dos aguas, Paco de Lucía.
Desde mi ventana: los mares del sur y sus olas, pero también las chicharras.

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