Yo nos había
imaginado los domingos en el sofá, con alguna de esas películas de sobremesa
alemanas de fondo, a medio camino entre la duermevela y el sueño profundo. Nos había
visto recorrer de la mano ésta y otras ciudades, paseando por calles de las que
luego nunca recordaríamos los nombres. Nos había encontrado con los botones de
la camisa saltados y las bocas buscándose, erizando la piel y gimiendo nuestros
nombres. Nos habíamos acariciado cuando las cosas fueron mal y dónde demonios
están tus manos ahora, dónde está esa caricia que me pertenece, dónde estás tú,
maldita sea. Ahora que los domingos tienen la televisión apagada y siempre sobra espacio en el sofá. Ahora que no te disculpas por pisarme cada dos por tres. Ahora que ya ni siquiera uso camisas y la caja de galletas
danesas sólo está repleta de eso, de galletas.
-Nos habríamos
enamorado de todos modos -dijiste y tu pulgar arrastró una lágrima fuera del
contorno de mis mejillas.
-Puede ser
-sonreí y me mordí el labio, tratando de contener la inundación en mis pupilas.
Pero sonreí porque tenías razón, como casi siempre, y porque no me valía. ¿A quién podría haberle valido? Estábamos tan tristes que me daban más ganas de llorar y sólo atiné a respirar, a
llenar mis pulmones de aire como si así empezaras a ocupar menos hueco en mis
entrañas-. Puede ser -repetí porque no supe qué otra cosa decir.
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Suena: Photograph, Ed Sheeran.
Desde mi ventana: Malena asoma la cabeza por las rejas y menea el rabo tranquila. Al fondo, las nubes cubren la Sierra. El bochorno de la mañana está dando paso al fresco.
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