domingo, 8 de enero de 2017

      
   Y yo que odiaba los domingos, que eran días de guardar como guardan la tristeza las páginas dobladas de un libro, como guarda el alcohol la copa rota. Yo que los odiaba y los sentía como agujas sin hilo por mi cuerpo, como si me descosieran entera y todos mis órganos se desparramaran. Yo que los odiaba hace tantas vidas y aprendí a quererlos volviendo de noche en un coche vacío, sin más copiloto que las canciones de Ismael y la sensación de que las luces de la ciudad tenían algo de canto de sirena. Yo que aprendí a quererlos con el resentimiento del vencido, pero con la tregua que da la ausencia de guerra. Yo que te nombré tantas veces en domingo y fue en domingo que tus labios me dejaron dos mariposas durmiendo en las mejillas. Qué tendrá el final de la semana que siempre impregna de regusto nostálgico el paladar.

    Pero hoy es domingo, como el día que te fuiste. Y en la calle huele a humo y a leña y los domingos vuelven a ser hogar porque por fin regresas.

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