jueves, 23 de marzo de 2017

Cuando duermo contigo

Amor mío, algunas tardes he aguantado despierta sólo por ver cómo el tiempo va y viene al ritmo de tus respiraciones y latidos. Y he visto también a la vida detenerse en ese breve intervalo entre el aire que se escapa por tus labios y aquel otro que después te llena los pulmones. Esa imagen ingrávida y tierna, tus labios entreabiertos y tus ojos cerrados, me ha dado tanta paz que donde antes había minas, ahora mi cuerpo ha hecho brotar margaritas, y no necesito deshojarlas porque duermes dentro de mi abrazo y las sábanas que guardan nuestra calidez son trinchera y refugio; no se me ocurre otro lugar del mundo en el que prefiriera estar. Cuánto me pesa, amor mío, deshacer el hechizo, aunque sean mis dedos mesando tu cabello o mis labios con complejo de mariposa sobre tus mejillas los encargados de romper el sortilegio, de devolverle al tiempo sus minutos y al mundo su frialdad. Quién pudiera detener sus manecillas las tardes que duermo contigo; esas tardes en las que tecleo despacio, casi en voz baja, y te miro.
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Suena: Dormido, Meritxell Naranjo.

Desde mi ventana: esta primavera que no termina de romper, el aire frío de la Sierra se cuela entre la ropa y la piel y a mí me faltas tú en estas sábanas.

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