jueves, 30 de noviembre de 2017

Biografía

Hoy es uno de esos días tristes en los que una escribe cosas tristes, aunque sea feliz, porque mira por la ventana y el cielo está entre añil y gris, y el humo de las primeras chimeneas se confunde con las nubes y parece que vaya a llover, pero no llueve, aunque la humedad envuelva la calle y la casa, y no se sepa dónde hace más frío: si fuera o dentro, entre los huesos y todas esas posibilidades que la vida dejó colgadas a un roce de los dedos.
Parece que va a llover, pero no.
Y esa frase también parece encerrar dentro de sus palabras toda una biografía.
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Suena: Remember me (OST).

Desde mi ventana: cualquiera diría que va a llover y, ya ves, cualquiera se equivocaría.

jueves, 16 de noviembre de 2017

Riada

Como aquel asno torpe que muere de inanición estando a una misma distancia de idénticos montones de heno, incapaz de decantarse por uno, así miraba yo a mi pasado y a mi futuro: triste y hambrienta. Uno, recorrido, y otro, promesa, no dejaban de ser riada, lluvia torrencial tardía, y este campo mío, este pobre erial, se desbordaba y yo, impasible, lo miraba. Posaba mis ojos sobre esta tierra igual que si fuera patria ajena, desconocida, pero carente de toda curiosidad o sorpresa. ¿Qué van a contarme estas venas sobre la sangre que llevan, si fue su murmullo el que propagó esta soledad, esta hambre, esta tristeza? ¿Qué sabrán unas lágrimas de todo un mar? Y late el corazón y se seca la boca, y hay preguntas que se quedan sin respuesta.
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Suena: un bolígrafo rasgando el papel, alguien que pasa unos folios y estas teclas que no paran.
Desde mi ventana: esta ventana, traslúcida, hace rato que ya no deja entrar ningún rayo de sol furtivo. En la biblioteca, a estas horas en las que escribo, todo son sillas vacías y me ronda el pensamiento aquel verso de Luis y supongo que, pese a tanta soledad, estoy rodeada de poemas.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Conversaciones con la Musa.

 Maldita Musa, que vuelves y me llenas el pecho de palabras y te me atraviesas en las cuerdas vocales, y yo me pregunto si es que quieres hacerte un lazo en el pelo, vendarte los ojos o colgarte de mi boca y quedarte así, suspendida en mi garganta. Maldita seas tú y tu estampa, que dejas que me nazcan flores en las entrañas, que se recubran con pétalos estos órganos, pero mis labios siguen sellados. Ni contar la historia me dejas.
  Siento que me van a subir las letras hasta las pupilas, -me ahogo, Musa, ¿no te doy lástima?- y se van a acomodar en el prado de mis ojos y al menor descuido van a barrerlas mis pestañas y cómo las recupero si no puedo nombrarlas, si no puedo pedir auxilio ni correr a salvarlas.
Dime, Musa, háblame tú que no me tienes recorriéndote la sangre y acelerándote el pulso para nada. Explícame, Musa, por qué me das la inspiración y me robas los trazos, y se queda mi libreta tan triste y emborronada que parece cada tachón una ristra de lágrimas…

  Te escucho reírte mientras mi gata duerme.
  Te acercas altiva, me pides que me las gane, que me haga digna de nuevo de mis propias palabras y arrastras las sílabas como si fueran comienzo y no final, como un tambor de batalla. Y esta música -estos acordes tan desafinados- ya la hemos bailado antes, y tantas veces perdí el ritmo que comprendo que no me tiendas tu mano ahora, que te burles y busques el modo en que mis pies tropiezan antes del primer compás.

  Qué mal se nos da esta pista de baile que serpentea los límites de la verdad y la ficción, y cómo se nota, Musa mía, que el vicio siempre es más vicio en las manos de otro que en las mías cuando nos escribo.
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Suena: Sueños lentos, aviones veloces, IZAL.
Desde mi ventana: es de noche y el frío ha entrado ya, pero la Musa sonríe satisfecha desde el reflejo del cristal.